domingo, noviembre 20, 2011

La Tía Julia y El Escribidor






Hay dos elementos bastante incidentales que desde el comienzo ligan estos episodios con el otro lado de la novela, el de las historias absurdas que proyecta la imaginación de Pedro Camacho: ella y Camacho son bolivianos, dos recien venidos tratando de adaptarse a un medio extraño; por su lado, el Vargas Llosa personaje es un periodista radial, un "colega" del libretista Camacho, que por añadidura trabaja en una radio vecina.El genuino interés del joven por el forastero se parece un poco al que despierta en él la llegada de Julia: una fascinación no exenta de curiosidad y extrañeza; ambos son, aunque en grados diferentes, seres "anómalos".Hay algo disparatado pero, al final, respetable en Pedro Camacho, cuya primera aparición produce este retrato:





Era un señor pequeñito y menudo, en el límite mismo del hombre de baja estatura y el enano, con una nariz grande y unos ojos extraordinariamente vivos, e los que bullía algo excesivo.Vestía de negro, un terno que se advertía muy usado, y su camisa y su corbata de lazo tenían máculas, pero, al mismo tiempo, en su manera de llevar esas prendas había algo en él de atildado y de compuesto, de rígido, como en esos caballeros de las viejas fotogrfías que parecen presos en sus levitas almidonadas, en sus chisteras tan justas.Podía tener cualquier edad entre treinta y cinuenta años, y lucía una aceitosa cabellera negra que le llegaba a los hombros.Su postura, sus movimientos, su expresión parecían el desmentido mismo de lo espontáneo y natural, hacían pensar inmediatamente en el muñeco articulado, en los hilosdel títere (pp 23-24).





Camacho llega a Lima contratado por los directivos de una radio para organizar y producir, él solo, todos los númerosos radioteatros que difunde la emisora; tiene una misión concreta que cumplir, y la cumple con un altísimo sentido del deber y sin escatimar ningún esfuerzo.Su naturaleza es claramente pantaleónica, inclusive en la distorsión que su celo hace sufrir a la tarea encmendada: el servicio de visitadoras de Pantaleón y los radioteatros de Camacho son formas del " exceso metódico", de la devoción fanática y sin límites.El narrador destaca ese rigo"intelectual" con insistencia:"Su concentración era absoluta, no advertía mi presencia pese a estar a su lado.Tenía los desorbitados ojos fijos en el papel, tecleaba con dos dedos, se mordía la lengua(p 55); como sus obras " se aferran a la realidad, como la cepa a la vid (p 64), se inventa un sistema para "planificar" sus historias en función de los espacios físicos en que ocurren, y así, con la ayuda de una mapa, "había clasificado los barrios de Lima según su importancia social y creado una red de claves en el mapa...

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