martes, marzo 21, 2006

MIS LIBROS

Ha sido un alivio saber que no soy la única. También a Lobo Antunes (lo confesaba en Babelia 18 de marzo, A pie de página) le gusta Salgari y la Tellado. Mis libros de los ocho y nueve años, los que me engancharon a leer, no distan mucho de los suyos. En mi casa había sólo cuatro libros, La Biblia, El Lazarillo, El Quijote y El león de Damasco de Salgari. A los que se unieron, Tartarín de Tarascón, como segundo premio de un concurso de prosa en el colegio a los doce años, mi único premio en la vida. Cumbres Borrascosas, rescatado de la basura de una vecina y El Principito, el único libro que no devolví de la Biblioteca. Por accidente amoroso todo se truncó, y apareció, de golpe, Sartre. Sus seres y sus nadas, sus naúseas, sus putas respetuosas, sus manos sucias, sus caminos de la libertad, sus moscas, sus palabras... Y a los catorce años envejecí, como la Duras, con cada tarde que pasaba en el café mirando por la ventana, con mis gafas de pasta marrón y mi nuevo corte de pelo a lo chanel. Durante eternidades viviría bajo la dictadura (siempre son mayoría) de los que se educan y te educan sólo con cinco sentidos. Es raro encontrar en artículos de periódico la voz, el eco, de los que, piensan que no es hortera o de modé llamarse a si mismo emocional. Porque hoy por hoy, decir espiritual, es muy fuerte para algunos adictos a la lógica; cuya máxima aventura es escuchar a Wagner mientras van camino a dar su próxima conferencia, o dirimir si Nietzsche era más ateo que ningún otro mortal o si realmente fue un metedura de pata enamorarse de Cósima, la mujer de su amigo, el walkirio . Me uno a Lobo, a esos libros repletos de aventuras y paisajes selváticos, a esos libros de romances imposibles, llenos de familiares oponiéndose a toda costa al hombre “Echo a si mismo con dura y honrada labor”, de lunas llenas en una playa desierta, a la pasión por Sandokán. Y prometo que si la vida me da la oportunidad de volver en el tiempo, en forma de fiesta aniversario de instituto o algo así, cuando me tropiece con el chico (ese chico rubio de americana negra, de expediente de honor, estudiante de piano, alto, altísimo) y me pregunte el último libro que he leído, no buscaré con desesperación en una rápida ojeada en los libros de los estantes de la clase. Levantaré la cabeza y sonreiré; ya está dicho, Al asalto de Varauni, El rey del mar, La reconquista de Mompracem de Salgari. Quiero que mi vida esté llena de personas de ochenta años que siguen haciendo planes, de piratas y corsarios rebeldes de la literatura, de niños protestando que quieren rebozarse en la tierra del parque, de Antunes que se derriten con un beso en la oscuridad, de luteranos que se ríen de las indulgencias de la más grande de las dictaduras: La obligación de ser normal.

1 Comments:

Blogger Miguel Ladumba said...

Me gusta lo que escribes, yo quisiera saber si lo que escribo sirve, pero también quisiera saber cuáles son mis errores. Fui a dos talleres, pero aprendí poco, casi nada. Disculpa, solo falta apoyar mi cabeza en tu hombro y ponerme a llorar. Lo que pasa es que me gusta la literatura y quisiera escribir un libro, pero no se como. Saludos. Te seguiré leyendo.

4:55 a. m.  

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