martes, marzo 14, 2006

El mirlo de Sara

<<...Cuando una flecha pesada y dura la pasó rozando mientras leía...>>. Levantó la vista del libro y un poco asombrada vio que su cuerpo comenzaba a caer, a la vez que una luminosa ligereza la inundaba por completo y al momento reparó que ya no sentía dolor. El mirlo que tenía entre sus manos cayó y ella contemplaba sorprendida como el trino se deslizaba hacia abajo -¿o tal vez era ella la que se iba separando de él?- sin llegar a tocar el suelo. Al poco, recordó que los mirlos vuelan, sería por eso que el suyo no llegaba a caer. Al apartar la vista del mirlo, vio que estaba sobre una enorme mancha parda surcada por caminos grises sobre los cuales unos pequeños seres de colores iban y venían, se paraban o cruzaban en medio de un cierto desorden, y que a modo de pequeños glóbulos componían un fluido que recorría esa piel de color parduzco . Sara seguía cayendo, pero cayendo hacia arriba que es una anómala forma de caer, pensó. Al mirar hacia abajo, pues ya había caído muy arriba, descubrió ciclópeos macizos marrones y verdes, rematados por un manto de color blanquecino. Cuando giró su cabeza y del otro lado de una gran mancha azul, vio un océano de color oro trigo que mecido por el viento se llenaba de enormes olas secas llenas de grano y sombras, para mas lejos descubrir un fabuloso cordón de plata que rompiendo en dos partes una enorme mancha grana llegaba, después de perforar muros verdes y llanuras grises, a volcar su precioso metal líquido en otra mancha azul, parecida a la anterior, vigilada ésta por tres grandes muros de diferente color. Blanco, uno; negro, el otro y mestizo el tercero. Cuanto más hacia arriba caía más veía. En torno a ella una sinfonía de amarillos y añiles, ocres y rojos, verdes y blancos, cobres y negros, oros y platas, luces y sombras llenaban sus ojos en medio de una infinita calma y un soberbio silencio. Sara, giró levemente su cabeza y vio un camino que terminaba delante de una puerta que no tenía pared alguna. Con paso firme y decidido se puso delante de ella. Al levantar su brazo, y antes de que su mano tocase la madera, ésta se abrió. Sin saber muy bien porqué Sara extendió la palma de su mano y por unos instantes permaneció con ella abierta. Al poco un radiante, diminuto y alado ser le sonrió.

Sara. Adelante.


Sara, miró entre sorprendida y alegre a ese diminuto ser que con sus pequeños pies le hacía cosquillas en la piel. Al ir a dar el paso para traspasar el umbral de la puerta que no tenía pared echó la mirada hacia atras, y por un momento todo se detuvo. La luz se rasgó y a través de ella pudo ver a claramente a Sara, su pequeña Sara. Sara tenía en sus manos el mirlo que hacia un momento Sara había dejado caer. Por un instante eterno sus miradas se encontraron y ambas supieron que nunca jamás se perderían.

Sara sonrió, mientras a su espalda la puerta que no tenía pared se cerró.


¡ SARA, Bienvenida al Pais de Nunca Jamás !.

1 Comments:

Blogger Efímera said...

Peter, me has hecho llorar. Gracias por tu sentido homenaje.

4:28 p. m.  

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