domingo, junio 16, 2013

BLOOMSDAY

Pero ¿qué pasa aquí? ¿Es que ya no se respeta nada? ¿Dónde están los oficiantes del día de los días? O tempora, o mores! Nunca creí vivir lo suficiente para sufrir este oprobio y esta aflicción. En fin, seamos pacientes; aún resta día para que se remedie esta afrenta y el pobre Leopoldo no tenga motivo para removerse en su tumba. Aunque en realidad la que es de removerse mucho es Molly. Bueno, como sea, aquí va mi, por ahora solitario, brindis en este día que tan buenos recuerdos me trae. 


                                 MALAQUÍAS EN SU PÚLPITO


Buck Mulligan, orondo y ruidoso, recorre Dublín mientras agobia a todos con sus peroratas, les incordia con sus chanzas y les abruma con sus parodias obscenas y blasfemas. El gran histrión avanza por las calles en busca de público al que divertir, al que escandalizar, al que ensordecer.

Pero por ahora es el infeliz Dédalus el blanco preferido de sus certeros dardos, el que con inagotable paciencia debe soportar sus abusos y tropelías, mantener sus vicios y aplaudir sus actuaciones. Para él oficia a diario su función sobre la torre Martello, a modo de enorme y vetusto púlpito (escenario), frente a la bahía de Dublín.

Y así hoy, haciendo honor a su bíblico nombre, con aire solemne, gesto ampuloso y voz potente, increpa a Dédalus:

“Oh, jesuita irredento, aquí, ante el vinoso ponto confiesa tu nefando pecado, esa sospecha que consume tus noches de que el Padre y el Hijo (y quizás también un primo carnal por parte de Madre) son la misma persona. Mas no te culpes en demasía, hijo mío; puede que simplemente se parezcan un poco, o incluso que no se trate más que de un cierto aire de familia (¿tal vez esa nariz?). Arrodíllate conmigo, sé humilde, no acapares todo el remordimiento de este país y deja que la Aurora, de rosáceos dedos, nos cubra, piadosa, con su azafranado velo. Más tarde buscaremos la forma de ahogar tus penas, y las mías, en unas buenas pintas de cerveza; supongo que te quedarán unos peniques de ese miserable sueldo tuyo.”