martes, junio 11, 2013

La ciudad y los perros



Dejándolos en libertad y manteniéndose también independiente frente a ellos, Vargas Llosa somete a sus personajes a la turbadora presión de un hecho definitivo para observar su comportamiento; los coloca en la inminencia de lo que Sartre llamó "situación". Para el filósofo, toda libertad es siempre una libertad situada. Eso quiere decir que nuestra libertad refleja la contingencia del ser, pues éste opera proyectándose en un mundo que él no ha creado, que no ha elegido (un lugar, una suma de circunstancias, la presencia del pasado o de la muerte). La situación es un concepto dinámico que expresa la tensión entre lo dado y el proyecto humano, y que revela el carácter finito de la libertad: existe en el acto, no como absoluto. Y el acto no sólo da sentido a los móviles, sino que también crea sus propios fines: "La libertad se hace acto y la alcanzamos ordinariamente a través  del acto que ella organiza con los motivos y los fines que el acto implica", leemos en El ser y la nada. Como se ve, esta teoría de la libertad en situación niega, precisamente, el determinismo y el fatalismo; afirma por el contrario, la idea del hombe como un proyecto de ser que se inventa espontáneamente: el ser existe cuando ctúa y ejerce su libertad contra la dureza de las condiciones generales que la realidad le opone. Son esta clase de actos los que reclaman la atención del novelista: refejan de un modo dramático una pugna que lo fascina porque sus resultados son  oscuros e inciertos.