LA PACIENCIA DE DEDALUS
Esfumados sus sueños parisinos de gloria literaria, Dedalus consume parte de sus días soportando la estupidez adolescente de sus alumnos. Por una escuálida soldada ha de bregar con la satisfecha arrogancia de esos burguesitos bien alimentados, cuyas energías a duras penas puede controlar.
Pero nada es comparable a las impertinencias del Director del colegio, el Sr. Disey, que, al tiempo que le escatima su mísero sueldo, le pondera la virtud del ahorro, reconviniéndole por no practicarla, amén de sentar cátedra sobre todo lo divino y lo humano, hacer gala de anglofilia, misoginia y antisemitismo, y aprovecharse de las relaciones de Dedalus para tratar de que se publique en la prensa un plúmbeo artículo suyo sobre política agraria.
Vamos, que las desgracias de Dedalus no terminan en Mulligan.
Etiquetas: Salir por peteneras
1 Comments:
¡Qué dura es la vida del artista!
Peter
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