miércoles, abril 29, 2015

A merced de Eolo

Dura lucha por la vida la del agente de publicidad. Como un jabato pelea por hacerse con su anuncio, heraldo del progreso. Se bate el cobre con toda estirpe de reptiles, pero las llaves del reino se le resisten.

   Nada importa si tiene que subir o bajar, ir o venir, reír o llorar. Eolo, padre caprichoso, le trae y le lleva, le arrastra de un lado a otro y con etérea dureza le vapulea con saña.


   Tirios y troyanos reclaman para sí el derecho a ignorarle, a desairarle, a humillarle, a ofenderle. Él todo lo soporta, todo lo acepta, todo lo sobrelleva, pues solo Eolo no quiebra a quienes se inclinan ante su empuje y doblan la cerviz ante él.

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