domingo, marzo 30, 2014

La Vírgen con el niño y los ángeles, de Jean Fouquet

 Jean Fouquet (h. 1420- h.1480), Virgen de la leche con el Niño y ángeles (1451-1452). Óleo sobre tabla. 94,5 x 85,5 cm. Amberes. Koninklijk Museum voor Schone Kunsten

No todo iba a ser Furias ese viernes de galerna anímica. Fue un francés quien dijo que el corazón tiene razones que la razón no comprende. Yo fui al museo a reencontrarme con La Virgen de la leche con el niño y los ángeles. Y ya que estamos aquí y no allí vamos a ver  a Tiziano, me dije sin saber donde me metía. Pero cuando el yo busca guerra no hay quien lo pare. En fin, que después del panfleto corrí galerías abajo en busca de sosiego y de la Virgen de mi infancia. Y digo de mi infancia, porque una litografía enorme de la tabla de Fouquet presidía el dormitorio de mis abuelos. Dormitorio que merece un epígrafe a parte, pero como estoy curándome la digresión, hoy no lo relato, Renato. En fin, que rodeada de adolescentes italianos me situé delante de mi queridísima Virgen. Y lo primero que hice fue fijar la mirada en mi amigo, el serafín rojo de la derecha, y me atreví a tal confianza porque de niña yo le dije a mi abuela que el ángel me miraba. Ella dejó de leer y se rió. Ven aquí. Era una tarde de finales de junio, dos días antes del viaje al norte. Recuerdo que las campanas de Areneros tañían. Luego mi abuela me abrazó y con los labios muy pegados a mi oreja, me dijo que él era mi ángel de la guarda y por eso me miraba con tanta atención. En ese momento se acuñó uno de los dogmas que ha informado mi errática existencia.