domingo, diciembre 15, 2013

La ciudad y los perros, de Vargas Llosa. Cómo decíamos en Junio.

(...) Ese carácter impenetrable de los acontecimientos inspira un respeto soberano a Vargas Llosa y demanda el ideal  novelistico de la objetividad a toda costa: " Si el lector divisa al autor interviniendo, actuando vicariamente, agazapado detrás de los personajes, la ficción se derrumba, porque quiere decir que esos seres no son libres y que la libertd del lector tampoco es respetada, que se le quiere hacer cómplice de un contrabando, imponerle  ideas y credos que para que le resulten más digeribles vienen disfrazados de fábulas... El primer requisito, para que un autor sea invisible, es que sea imparcial frente a lo que ocurre en el mundo de la ficción". La imparcialidad del autor frente a sus personajes lo ha llevado a afirmar que conoce tanto como (o quizá menos que) los lectores; Vargas Llosa no miente cuando dice, por ejemplo, que no sabe a ciencia cierta si el Jaguar mató o no al Esclavo: "Me confieso incapaz de decir si se trata de un crimen o de un accidente. En los comentarios que han aparecido, en los debates que hubo en San Marcos y en Cuba, sobre la novela, he visto expuestas dos versiones, y los argumentos de ambas me parecen válidos". Por su parte, J.E. Pacheco esboza tres hipótesis sin decidirse claramente por ninguna: el Jaguar mató al Esclavo por celos de Teresa; el Jaguar se echa la culpa para mostrarse superior; o mató al Esclavo sin otro motivo que el desprecio. Y Luis Agüero, insolitamente, sospecha que el asesino es Alberto. La ambiguedad del episodio estimula todas esas lecturas, ese cuestionamiento moral que pone en entredicho al determinismo.

c) Acción y epacio

El concepto y la utilización dramática de la libertad situada se corresponde con la doble naturaleza novelística de la obra: La ciudad y los perros es, desde el punto de vista  de su estructura, una novela de acción tanto como una novela de espacio; en ese cruce existen y se transforman sus personajes (...).

 Ya está la comida